El proyecto de un argentino que compró un castillo destruido en Francia

Oscar Rinaldi optó por embarcarse en uno de los proyectos más interesantes en la historia de Francia.
castillo

Oscar Rinaldi, oriundo de Goya, Corrientes, jamás imaginó que acabaría residiendo en un majestuoso castillo del siglo XVI, mucho menos en Francia. Hace una década, si alguien le preguntaba por su sueño, él lo tenía claro: formar una familia numerosa. No solo lo consiguió, sino que hoy en día está al frente de un ambicioso y millonario proyecto inmobiliario que le ocupa tanto como la crianza de sus tres hijos.

LA HISTORIA DEL ARGENTINO QUE COMPRÓ EL CASTILLO

Sus hijos son Roman, Leighton y James, tres hermanos ingleses que fueron adoptados en 2016 por Oscar y su esposo, Jeffrey Zeidman, justo después de embarcarse en esta aventura. Dejar atrás la comodidad y el estilo de vida cosmopolita de Londres para trasladarse al campo nunca fue una de sus prioridades. Aunque había hablado sobre la posibilidad de adquirir una cabaña para pasar los fines de semana o alquilarla temporalmente, siempre lo veía como algo lejano. Sin embargo, un viaje a Estrasburgo, Francia, en agosto de 2015, durante unas vacaciones de verano, fue decisivo para que cambiara de opinión.

“Recorríamos la ruta y veíamos muchas casitas sobre las colinas, muy pintorescas, que estaban en venta. Por curiosidad preguntamos el precio y descubrimos que eran bastante accesibles porque estaban abandonadas y alejadas del pueblo. Muchas estaban prácticamente destruidas y sus dueños querían deshacerse de ellas”, relató Oscar al admitir cómo surgió el interés por invertir en otro país.

Oscar y su familia disfrutando del castillo en Francia.

“Nos entusiasmamos con la idea de instalarnos en Francia al jubilarnos o de tener un lugar para ir con los niños. También pensamos en comprar una casa, arreglarla y alquilarla para generar ingresos cuando no la usáramos. Ese era el plan inicial”, destacó.

Mientras esperaban novedades sobre la adopción, regresaron a Francia en tres ocasiones para ver propiedades. “Teníamos 15 casas para visitar, pero todas eran pequeñas, estaban en medio de la nada, y no nos gustaron. Además, al estar deshabitadas, tenían mucha humedad”, explicó.

El principal obstáculo era que tenían que solicitar una hipoteca y no conseguían la aprobación de ningún banco. “En Francia nos dijeron que era un gran riesgo para ellos porque muchos extranjeros vienen con la ilusión de comprar un inmueble así, pero luego se vuelve impagable”, recordó. “Y en Londres, cuando presentamos el mismo plan de negocio, nos explicaron que no otorgaban créditos para comprar casas en el extranjero”, añadió.

Así luce el castillo por afuera.

A fines de 2015, cuando ya se habían resignado, Oscar recibió un correo electrónico con otra oferta de un castillo en venta. “Vi que lo ofrecían tres inmobiliarias con tres precios diferentes. Había una diferencia de unos 100 mil euros entre un precio y otro. Teníamos margen para negociar, así que se lo propuse nuevamente a mi esposo, que ya no quería saber nada”, remarcó.

Se trataba del Chateau de Belebat, construido sobre un terreno de 15 hectáreas, con varias dependencias de servicio alrededor de la edificación principal. “En esos edificios funcionaban los establos, la panadería, la carnicería, la iglesia y los almacenes. La casa principal, con 450 metros cuadrados cubiertos distribuidos en 3 pisos, estaba completamente destruida porque en 2003 había sufrido un incendio. No había electricidad, agua, gas, ni tanque séptico”, relató Oscar.

Además, durante todos los años que estuvo abandonado el castillo, la gente aprovechó para saquearlo: “Se robaron los muebles, las aberturas y hasta las tuberías. Era un desastre, y había que invertir mucho dinero para hacerlo habitable”.

Ese panorama los había desanimado bastante, pero antes de descartar la compra del castillo, decidieron ir a verlo en persona, en enero de 2016. Chateau de Belebat era uno de los mil castillos que emergían en las cercanías de Chinon, en el Valle del Loira. “Nosotros lo habíamos visto por Google Maps, pero todo cobró otra dimensión cuando lo vimos en su verdadera escala. Era imponente, un castillo de ensueño. Mi esposo quedó tan fascinado como yo”, describió Oscar.

Compraron el castillo por 460 mil euros, la mitad de lo que estaba publicado. La urgencia del dueño por vender la propiedad les favoreció, y finalmente utilizaron los ahorros que tenían en el banco, sin necesidad de una hipoteca.

Además de la remodelación de la casa principal, el plan maestro contempla transformar las edificaciones anexas en 11 “Petit Chateau”, o residencias de lujo, para alquilar de manera temporal. Por el momento solo han terminado cuatro y otra está en construcción.

“Con el dinero que obtenemos de esas rentas, ahora estamos dedicados de lleno a la casa principal, que ya tiene dos habitaciones habitables, un baño, la cocina, el comedor diario, el salón, la biblioteca y una sala de recepciones”, explicó Oscar, quien también aprovechará el verano europeo para ocuparse del jardín, ya que “está muy salvaje”. Las “Petit Chateau” cuestan 150 euros por noche y se alquilan por un mínimo de dos noches. Cada alojamiento ofrece dos dormitorios, salón comedor, cocina y baño en un ambiente muy luminoso que combina los servicios de lujo con la rusticidad del campo.

“El precio es accesible porque necesitamos tenerlas ocupadas el mayor tiempo posible para poder terminar la obra”, dijo el argentino, quien admitió que este año el turismo bajó considerablemente en comparación con 2023. “Pasamos de una ocupación anual del 53% al 20%”, especificó. Y en lo que respecta a la temporada de verano, cayó del 90% al 60%. Oscar atribuye esto a que “ya pasó el furor de viajar después del COVID y a la crisis económica que se vive en Europa”.

Antes de dedicarse a la sastrería, en 2011, Oscar había estudiado arquitectura en la UBA y luego diseño de modas en el London College of Fashion. Oscar llegó a la capital inglesa en 2008, tras conocer a Jeff en Buenos Aires y casarse con él en Estados Unidos, donde ya estaba permitido el matrimonio igualitario.

Cuando se mudaron al castillo, el mayor de los niños apenas sabía hablar inglés, y ya lo estaban introduciendo a otro idioma. “Además, veníamos de nuestra casa en Londres, que era impecable y cómoda; a un lugar lleno de piedras, con todas las ventanas rotas, sin calefacción ni baño”, recordó sobre las primeras dificultades que tuvieron que enfrentar.

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